El primer día del resto de nuestra vida

El presente artículo, va dedicado a todos aquellos que están o tienen hijos por terminar un ciclo escolar, principalmente alguna carrera.

Sé que suena dramático el título que he escogido en esta ocasión, pero realmente eso es lo que sucede cuando concluimos un ciclo escolar y llega la tan ansiada fiesta de graduación. Con los hijos pequeños que finalizan su educación primaria o secundaria no hay ningún problema ya que sus respectivos padres o tutores los alentaran a seguir estudian­do sumado al hecho de que hoy en día nuestra legislación les respalda por su manutención hasta que exista alguno de los siguientes factores:

a) Sea menor de 18 años de edad.

b) Sea legalmente declarado incapaz.

c) Sea mayor de 18 años y menor de 25 años; siempre y cuando con­tinúe estudiando.

Te será sorpresivo el inciso c, y efectivamente, muy po­cos saben que los hijos tenemos derecho a que nuestro padres nos sigan manteniendo hasta que concluyamos nuestros estudios universitarios, para tal efecto me per­mito darte a conocer uno de los criterios sustentado por el poder judicial federal, de rubro y texto siguientes:

ALIMENTOS RESPECTO DE HIJOS MAYORES DE EDAD QUE ESTUDIAN. LA CONGRUENCIA DE SU EDAD EN RELACIÓN CON EL GRADO ACADÉMICO QUE CURSAN DEBE ANALIZARSE A PARTIR DE QUE CUMPLIERON DIECIOCHO AÑOS.

A efecto de analizar si la edad de un hijo mayor de edad que estudia es acorde al nivel académico que cursa, se debe atender a su situación, esto es, las condiciones que tenía al momento en que alcanzó la mayoría de edad, según la forma en que sus padres se condujeron cuando su descendiente estaba bajo su guarda y custo­dia; ello es así, toda vez que, en principio, es obligación de los padres garantizar a sus hijos menores de edad su educación a efecto de que, en atención a las capa­cidades físicas y mentales de su descendiente, alcance una vida independiente en sociedad, con una percepción de respeto en razón a los derechos que les asisten a los demás; de tal manera que si los hijos demuestran con la continuación diligente de sus estudios al obtener la mayoría de edad que pretenden alcanzar esa indepen­dencia, es obligación de sus padres en tanto les sea posible y sin comprometer su propia subsistencia o la de otros acreedores alimenticios, continuar con el suministro de alimentos, respecto de sus hijos mayores de edad que estudian. Se afirma lo anterior, toda vez que si los padres no se ocuparon de vigilar el desempeño aca­démico de sus hijos menores, en atención a sus aptitudes mentales y físicas, es a ellos, en principio, a quienes sería imputable la discrepancia entre la edad y el grado académico que tuvieran sus hijos durante el tiempo en que ejercieron la guarda y custodia de ellos.

Lo resaltado no es de origen.

Asimismo, quisiera enfocar a la atención a dos pala­bras clásicas de los jóvenes y niños de hoy en día, “Mi derecho” y “Tu obligación”, mas nunca hemos oído decirles “TU Derecho” y “MI deber”. Claro que no, re­cordarás que por allá de los años de las décadas de 1980-1990, se publicitaron diversas campañas dirigidas a los menores de edad a cuidar su integridad física tales como la más conocida de Televisa “Mucho ojo”, pero ¿qué ha pasado con el rango de los deberes u obligaciones?

Actualmente nadie habla de eso, por el contrario –creo-, que nosotros somos los culpables de tener al 50% de la fuerza laboral en el estatus que ad hoc se ha inventado para ellos: “ni-nis”. Es lamentable esta situa­ción, toda vez que los diversos educadores y formadores desde la moda de los hablar de los derechos de los niños no hemos corregido sus errores y fomentado una cultura del mínimo esfuerzo, o peor aún somos los creadores de los vándalos que toman nuestras calles, dañando nues­tro patrimonio y así jugamos un doble papel en el que nos quejamos de lo que hacen y los defendemos al unísono, ejemplos de ello hay muchos una de los que más duele a la suscrita la huelga de 1999 en la UNAM.

Con lo anterior, ni siquiera insinúo regresar a aquéllos años en los que se decía que la letra con sangre entra, pero si tengo la certeza de que una generación como la tuya o como la mía, la de los que tenemos entre 30 y 40 años de edad, en la cual todavía los padres y los profesores alzaban la voz o te miraban con un ceño en la frente o llegaban a golpear después de muchas ma­neras de haberte llamado la atención, es lo que de­bería regir hoy en día para evitar la sobrepoblación que en nuestro país no tiene oficio ni beneficio consignada a un centro penitenciario.

Por esta ocasión me despido, dejando en la conciencia de ustedes que la graduación de ese familiar muy es­timado o amigo incondicional o de nosotros mismos no solo es la fiesta, la diversión, el decir por fin me quiete de encima a x o y profesor, sino, por el contrario, es llegar al mundo de las OBLIGACIONES que nadie hoy en día nos enseña ni por una rendija de la ventana al futuro.

Por: Antonieta del Rosario Osorio Morales*

Jefe de Departamento en la SRE.

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