Todos somos insiders

02I49797“Hasta el más simple de los convenios en el que exista un posible uso o  transferencia de información personal o  corporativa, no deja de ser un contrato.”

No pretendemos ocasionar polémica con esta  definición, pero quienes nos desenvolvemos en  la industria informática reconocemos a un “insider” como aquella persona que, siendo parte de nuestras empresas, provoca fugas de  datos sensibles o confidenciales, quien no necesita ser un especialista  en tecnología, sino simplemente  tener privilegios de acceso a dicha información para hacer un indebido  uso de la misma. Al tratarse de un “empleado”, debemos aceptar que nosotros somos los responsables directos de  las buenas o malas contrataciones,  aunque podemos alegar en nuestra  defensa que ni el más sesudo de  los psicoanalistas podría detectar  malas intenciones, hábitos de saboteo o cualquier práctica desleal que pudiera presentarse a futuro.  Dicen por ahí que “tanto peca el  que mata a la vaca como el que  le agarra la pata”, lo cual significa  que de alguna manera somos  cómplices y partícipes activos de un círculo vicioso que resulta de la ausencia de políticas adecuadas de seguridad o del hecho  de que -consciente o inconscientemente- son  las empresas las que deciden a quiénes les  otorgan el acceso a sus valores e información  vital. En otras ocasiones, he  mencionado las alternativas que se tienen para sustentar  el compromiso entre los poseedores legítimos  de los datos con respecto a los  derechos y obligaciones de las empresas  o instituciones que acceden a ellos;  pero en esta ocasión queremos particularizar el entorno y centrarnos en lo que  las organizaciones pueden hacer para  protegerse de posibles casos de deslealtad  por parte de sus empleados o de los  responsables de gestionar la información  corporativa.

 

Políticas y soluciones
Debido a la magnitud de sus operaciones y a la complejidad de sus sistemas informáticos, es  muy probable que las grandes empresas cuenten  con políticas y soluciones destinadas a salvaguardar  sus bases de datos ¿Pero qué pueden hacer esos “Pepe y Toño” si aun con el apoyo de la tecnología y de las leyes, pareciera que están descobijados  cuando se trata de denunciar el robo o un  mal uso de su información sensible?  La realidad en México es que, cuando las personas o empresas son víctimas de algún robo de datos, de la divulgación de secretos, del espionaje o del hurto de sus activos, no saben a quién  acudir o dónde presentar una denuncia, y por lo  general, prefieren mantener su identidad en el  anonimato o no ventilar sus casos a la luz pública. Pero para poder combatir la llamada “cifra negra  de los delitos informáticos”, aquélla que desconocemos  y escapa de las estadísticas, siempre será  necesario reportar cualquier evento de este  tipo y/o compartir nuestras experiencias.  El gran problema al respecto es que los  Ministerios Públicos necesitan ligar el acto delictivo  con la persona, por lo cual sugerimos a las   empresas redactar un contrato de confidencialidad y un anexo que el usuario de nuestros datos institucionales deberá firmar de conformidad, poniendo  incluso su huella digital y señalando además  que está recibiendo un password o clave, lo que de alguna manera le está confiriendo a este último cierta responsabilidad legal sobre el uso de esa información.

Por: Fausto Escobar,
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