El consumidor educado y con capacidad económica para tomar decisiones de compra, es un fuerte impulsor de buena conducta.
La responsabilidad social como muchos sabemos, es una nueva forma de gestión organizacional enfocada a satisfacer las expectativas de todos los grupos de interés en un ambiente ético, además de proactivo con el medioambiente.
En esta búsqueda de atención a todos los grupos de interés, se encuentran los clientes que -vistos desde una óptica de cadena de valor- son los agentes que nos exigen, o no, una gestión organizacional socialmente responsable.
El dicho aquel de que “el cliente es primero” debe observarse en el sentido más amplio de la palabra: cliente, empresa, usuario, consumidor, distribuidor, colega de trabajo, alumno, profesor y todo aquel receptor de los resultados de nuestra actividad, incluso el medioambiente, es nuestro cliente.
Una nueva gestión
Cuando nuestro cliente es una empresa grande y tiene estándares de responsabilidad social para proveedores, más que encontrarnos frente a un cliente lioso, nos encontramos frente a un detonador de una nueva gestión enfocada a tener una conducta íntegra de cero corrupción y cumplimiento normativo, condiciones de trabajo seguras y dignas, no trabajo infantil, equidad de género, cuidado del medioambiente y colaboración para la construcción de capital social.
Así, cuando una empresa a la que aspiramos proveer nos exige pasar una auditoría o revisión de todo ello, más que perjudicarnos con un trámite engorroso, está haciendo lo correcto para incentivar un ambiente económico más limpio y proactivo para la solución holística de los problemas sociales y ambientales.
Yo no conozco hoy a ninguna pequeña o mediana empresa que, más allá de complicado, califique como inútil un proceso de revisión de su gestión en este sentido. Por el contrario, comúnmente es calificado como enriquecedor para mejorar la gestión, incluso como oportunidad para poner las cosas en orden. ¡Bien!
Por Eloy Rodríguez Alfonsín
Director de ACCSE (Acción Social Empresarial)