Es distinguir lo bueno de lo malo y actuar con base a esos valores.
La microempresa está conformada por menos de 10 trabajadores, entre otros elementos como activos y ventas anuales; cuando empiezan los problemas, recurrimos a los conocidos, quienes tienen mucha experiencia, por eso son “expertos” pues ya llevan muchos años haciendo lo mismo, y les ha ido bien. En materia contable, el problema mayor comenzó a ser del dominio público. A partir de la reforma hacendaria del 2014, donde nos indican una serie de cambios y corren rumores como: ¡vamos a pagar más impuestos!, ¡sólo los que ganan más! dicen los comerciales, ¿Cómo le vamos a hacer con la factura electrónica?, ¿Qué vamos a hacer con la contabilidad electrónica?, ¡este gobierno!, entre otras cosas.
A todas las interrogantes y afirmaciones anteriores surgen las grandes respuestas de los amigos conocedores: “no te preocupes, con unas facturitas y bajamos los impuestos”, “yo tengo un contador muy bueno, te lo voy a recomendar para que no pagues tanto, tú nada más le dices cuanto quieres y él te lo ajusta”, “tenemos esquemas infalibles de planeación fiscal, contrátenos ya verá”, etcétera.
En ninguna de las propuestas estaba el llevar a cabo un buen sistema de contabilidad, apegarse a Normas de Información Financiera con el fin de hacer crecer verdaderamente el negocio para que el aspecto fiscal no represente un problema real, y que el microempresario se enfoque en haber iniciado un negocio, en el crecimiento del mismo, y por ende de la inversión para que este negocio le diera ganancias.
Todas las propuestas están enfocadas en la “simulación de actos” en hacer o cometer actos indebidos; lamentablemente, como en el pasado no hubo grandes consecuencias, seguimos con la idea errónea de que solo atrapan a los grandes, pero no están debidamente informados. En la actualidad los sistemas de fiscalización son más eficientes, antes se tardaban meses o años en encontrarme y revisarme, ahora es cuestión de días u horas. La importancia de la ética
Ya no es el México de antes donde “el que no tranza no avanza”, ahora estamos en un proceso de cambio que empieza desde la casa. Las buenas costumbres inculcadas en el hogar, generan ciudadanos a los que estos cambios no les provocan miedo, ni incertidumbre; por el contrario confirman que se pueden hacer las cosas muy bien. Los mexicanos sabemos, queremos y podemos hacer lo correcto, contamos con todos los elementos, pero la ética es el más importante de ellos, pues guía el actuar del ser humano.
La ética en términos simples, es distinguir lo bueno de lo malo y actuar con base a esos valores. Esta forma de ser de cada individuo multiplicada por muchos, nos da como resultado el equipo de colaboradores que tenemos, la forma en que van a conducirse en el negocio, y mientras el empresario observa ¿Cómo pagar menos impuestos? simulando actos, el trabajador también hace como que trabaja, todo ello va en perjuicio de la empresa, de la inversión inicial que generó que ese negocio existiera.
Por: Norma Leyla Rangel López
Socio del Despacho jurídico y contable Corporativo Rangel Zapata y Asociados, S.C.