Históricamente en México, la relación entre el gobierno y los empresarios ha sido cercana y pudiera decirse que en ocasiones dependiente. Con la llegada del Presidente López Obrador al poder, está por demás decir que la dinámica ha cambiado considerablemente. Antes, un grupo de empresarios parecía dominar la escena y una gran parte del presupuesto público.
La propuesta de Obrador fue que el Gobierno distribuyera los recursos a otros proyectos y sectores, con el objetivo de lograr una mayor equidad en la sociedad, empezando con una clara estrategia de intervención y atención, en forma de transferencias, hacia los grupos desfavorecidos, y por ciertos masivos, cuyo ingreso se destina básica y directamente al consumo. El aumento del salario mínimo también representó otra fuente de ingresos disponibles para el crecimiento y fortalecimiento del mercado interno.
Sin embargo esta redistribución, clara[1]mente generó cierto descontento entre los empresarios, sobre todo aquellos que venían recibiendo un apoyo más directo y diferente del gobierno. Ahora, debieron adaptarse a un nuevo escenario, un mercado más competitivo y a ser menos dependiente de los recursos gubernamentales.
Sin embargo, esta transición fue vista por otros grupos empresariales como una oportunidad para innovar y buscar nuevas formas de crecimiento y desarrollo. O sea, el cambio fue un precursor de la productividad y la competitividad e impulsó un mayor mercado local de manera orgánica. Para hablar de aquellos que registraron los cambios como positivos, como los que fabrican y comercializan toda clase de bienes de consumo, empezando por los productos básicos.
Este grupo de empresarios, fue de los principales beneficiarios y vivieron de manera positiva de este cambio de actores, contrapesos, regiones y nuevas prioridades del Gobierno Nacional. Pequeñas y remotas poblaciones reactivaron su vida económica, impulsando la producción local y la distribución de productos, y en algún sentido se registró una incipiente retención de población económicamente activa para atender actividades de comercio a nivel local.
Los proyectos de infraestructura por su parte llevaron inversión a poblaciones remotas tomando al sector Turismo como tractor potencializando aún más el impacto en el desarrollo. Otro de los grupos empresariales que vivieron el cambio de una manera positiva, fueron los involucrados en los nuevos proyectos de infraestructura:
Con una nueva dinámica, basada en la construcción de proyectos integrales (varios tipos de obras alrededor de un gran proyecto central) lo que despliega inversiones masivas en nuevas regiones, además de ser disruptivas en muchos sentidos. No fue fácil la implementación a la velocidad requerida, pero resultaron con altísimas ganancias desde los consorcios hasta las empresas locales involucradas a lo largo de toda la cadena de producción.
Por: Victoria Freyssinier PhD C´23 y ENV SP
Consultora Senior Internacional en Infraestructura Sustentable, promotora de la Network de Infraestructura Sostenible en México