Para los economistas, la ausencia de una infraestructura adecuada, así como la mala planeación de servicios en este rubro, representan los principales obstáculos para la implementación eficaz de políticas de desarrollo que den tasas de crecimiento económico que superen el crecimiento histórico del país o los promedios internacionales.
La inversión destinada al incremento de infraestructura básica y a la ampliación y mejora de prestación de servicios asociados a ésta, se encuentra directamente vinculada con los incrementos de productividad y tasas de crecimiento de la economía. Una infraestructura bien diseñada facilita las economías de escala, reduce los costes comerciales y por lo tanto es fundamental para la especialización, producción y consumo eficaz de bienes y servicios.
Al proveer a la ciudadanía de proyectos de mejora de infraestructura y de prestación eficiente de servicios relacionados, se contribuye a que un país o región puedan desarrollar ventajas competitivas y alcanzar un mayor grado de crecimiento.
Con redes eficientes de infraestructura se constituye un elemento central de la integración del sistema eco[1]nómico y territorial de un país, facilitando transacciones comerciales, movimientos de personas, intercambios de mercancías, etc., tanto dentro de un espacio geográfico/económico del país o inclusive hacia el exterior.
Por otro lado, los grandes e importantes proyectos de infraestructura que se desarrollan en un país, normalmente tardan meses o años en completarse, lo que mantiene fuentes de empleo a lo largo de la vida del proyecto, estimulando la economía con los ingresos de trabajadores y las operaciones por el comercio formal e informal que se genera, pero el mayor beneficio se ve reflejado una vez que se completan los proyectos, ya que la sociedad contará con la mejora en los servicios intrínsecos del proyecto ejecutado.
La experiencia internacional muestra que a mayor y mejor infraestructura, hay más oportunidades de atraer inversiones productivas, generar empleo y mejorar los ingresos de las familias. El desarrollo de infraestructura permite que los países sean más prósperos y, al mismo tiempo, más incluyentes.
Uno de los factores que explican la competitividad de las naciones es la dotación y calidad de su infraestructura, porque invertir en ella significa invertir en desarrollo social y económico. México obtuvo la posición 37 de los 43 países evaluados en el Índice de Competitividad Internacional 2022 del IMCO, con un nivel de competitividad bajo respecto a las otras 42 economías. Un gran reto para nuestro país y en general para el mundo, es el crecimiento económico.
En términos prácticos “generar riqueza” es a través de invertir en infraestructura, como se puede poten[1]ciar el desarrollo económico y con ello, el desarrollo social. Según el Foro Económico Mundial, “la infraestructura es el segundo de los 12 pilares que miden la competitividad de un país.
El desarrollo y la infraestructura constituyen una condición básica para mejorar la competitividad empresarial, aumentar la productividad, generar más y mejores empleos, alcanzar mayores niveles de bienestar social y reducir las diferencias entre las regiones”. Si no hay desarrollo social, el crecimiento económico de nada sirve.
La actualidad ambiental y el entorno económico que enfrentamos, nos obliga a pensar ahora en infraestructura sustentable, rentable y de calidad, factible para los gobiernos e inversionistas y siempre orientada a elevar las condiciones de vida de los ciudadanos, pero sin perder de vista que se requiere contar con reglas claras, certeza jurídica y contractual, todo lo que permita ser atractivo y viable a cada proyecto, teniendo muy presente que no se puede tener un país competitivo sin inversión privada en infraestructura.
Por: José Antonio Guevara Badillo
Director General. Gepic Consultores, S.A. de C.V