Ante las catástrofes a las que estamos expuestos, sean naturales o de cualquier índole, queda siempre la pregunta al aire, ¿realmente estamos preparados para lo que venga?
El 19 de Septiembre de 1985, sucede un terremoto que alcanza una magnitud de 8.1 grados en escala de Richter; 32 años después el mismo día, ocurre un sismo de 7.1 grados; ambos ocurridos en la Ciudad de México, ambos con miles de vidas perdidas y centenares de viviendas y edificios destruidos. Ante tales catástrofes la reflexión siempre queda latente; tanto para darnos cuenta de los aspectos positivos que tales desastres nos pueden traer como sociedad, como también esos aspectos negativos que invitan a replantearnos si realmente las cosas se están haciendo de manera correcta.
Ante tal premisa retrocederemos 800 años, cuando nuestros antepasados los aztecas llegaron a las inmediaciones del lago de Texcoco y levantaron su gran imperio en la cuenca de México, la Gran Tenochtitlán. 300 años después tras la llegada de los españoles y su posterior conquista, construyen sobre sus ruinas edificaciones al puro estilo europeo, convirtiéndola en la Nueva España, que tras una serie de eventos históricos y sociales se fue transformando a lo que hoy conocemos como Ciudad de México. Pero, ¿qué tienen que ver todos estos datos históricos con la realidad en la que vivimos actualmente? Mucho.
Primero, es sabido que la Ciudad de México está construida sobre varios lagos, lo que significa que nuestros suelos son de tipo limo-arcillosos, y aunque gran parte es ceniza volcánica, se comportan como arcilla y cuando se hidratan, ya sea por lluvias o desborde de cuerpos de agua, se vuelven como tipo plásticas.¹
Este es un factor importante por el cual los sismos y terremotos impactan de manera importante a la ciudad. Aunado a que la constante extracción de aguas subterráneas está causando un hundimiento de 8 a 12cm cada año, además de causar socavones y fracturas en las tuberías, lo que ocasiona carencia constante de agua en algunos puntos de la Ciudad de México, principalmente en el nororiente y oriente de la ciudad.
Irregularidades a las normas de construcción
Retomando el tema del pasado sismo del 2017, tras un estudio de la SGS México2, reportó el colapso de al menos 38 edificios, y cientos que están considerados inservibles y listos para su demolición.
Ante este panorama, los expertos indican que entre las causas por las que estos edificios colapsaron, se encuentran que varios de ellos estaban construidos bajo la edición de Normas de Construcción del Gobierno del Distrito Federal anterior al que fue autorizado en septiembre del año pasado, donde se incluyen nuevos reglamentos con base en los estudios y regulaciones considerados después del terremoto del 85, y posteriormente el del 2017.
Otra de las causas importantes que propiciaron derrumbes y caídas de bardas en viviendas de delegaciones como Tláhuac o Xochimilco, fue la “Autoconstrucción”. Esta tendencia por parte de los habitantes de una comunidad por construir sus propios hogares, sin el conocimiento necesario y sin la instrucción pertinente de un experto, ya sea un arquitecto o ingeniero, incurriendo principalmente al “maestro” o “albañil”, que por considerarlo económico corren el riesgo de edificar viviendas sin los requerimientos necesarios.
Pero estas irregularidades no son culpa solo de los habitantes, la corrupción como un cáncer que ataca cualquier ámbito de nuestro desarrollo, también es parte importante, por lo cual edificios y viviendas de nuestra ciudad están mal construidas. Edificaciones carentes de un plan orgánico de estructura traen consigo consecuencias en la calidad de viviendas a largo plazo. Un ejemplo son los llamados “Elefantes Blancos”, que son obras inconclusas y son abandonadas; también obras que se finalizaron pero fueron abandonadas; y obras con fines diferentes a los que fueron construidas.