“Su corazón les dice que nunca han de encontrar, no encuentran, buscan.Los amorosos andan como locos porque están solos, solos, solos, entregándose, dándose a cada rato, llorando porque no salvan al amor”. Jaime Sabines
Hace un daño estaba disfrutando con mi hojo Mateo del delicioso viaje que hicimos para compartirnos siete días sin las distracciones de nuestras respectivas rutinas. Confieso que lo sigo gozando. Nos llenamos de sonidos, aroma, sabores y del intenso viento de la Bahía de Nuevo York, fuimos al teatro, caminamos el Central park y por un montón de calles en Manhattan, Soho, Brooklyn y el Bronx.
Comimos hot dogs pasamos por las pastas, hamburguesas, comida china y una muy delicada japonesa.
Regresamos con mi Jackie Leduc a dos de nuestros lugares favoritos en Harlem; la cafeteria del “Whole Food” para escuhar cantar a los maravillosos jóvenes de “sing Harlem Choir” (proyecto cultural comunitario del que soy fan) y de ahí, aún flotando, fuimos a comer la más interesante y deliciosa Gallina de Guinea de nuestra vida, preparada en la pequeña fonda africana “La Savane”. Alcancé a visitar el Whitney para saludar al Elvis empistolado de Andy Warhol con mi hermano por elección Héctor Canonge y rematamos el viaje festejando el año nuevo chino en el mero barrio.
Gozamos intensamente, como si supiéramos qué estábamos viviendo los últimos días del ciclo “clasemediero” mundial de libertad y despilfarro de los últimos 50 años.
Eufóricos regresamos a nuestro país y de inmediato la realidad Covideana nos puso en pausa. No teníamos dudas de que el conocimiento acumulado por nuestra resiliente civilización nos permitiría sazonar los caldos necesarios para inmunizar o sanar a la humanidad.
Por: Jorge Ismael Rodríguez,
Artista multidisciplinario