“Incapacidad que posiblemente proviene de un patrón familiar muy estricto, cerrado y rígido, con poca o nula comunicación.”
Es aquella persona que se encuentra impedida para poder expresar adecuadamente sus sentimientos y no porque no los experimente, porque de hecho los siente pero no puede procesarlos, no sabe cómo, nunca se lo enseñaron o lo que es peor, se le reprimió de tal manera en la niñez que aprendió a silenciarlos, evadirlos y reprimirlos, hasta finalmente negarlos. Por obvias razones, hoy le cuesta relacionarse con su entorno y construir relaciones sólidas y profundas, pues no se ve así mismo y no puede ver a nadie más; le cuesta mucho trabajo empatizar (es decir ponerse en los zapatos del otro, teniendo en cuenta que es sólo por un momento y que tarde o temprano es asunto del otro), pues no está acostumbrado a verlo, a escucharlo y mucho menos a contactar.
El perfil
El paralítico emocional se anestesia para no sentir, para no involucrarse por miedo al abandono, sin darse cuenta que con su actitud, su mayor miedo se volverá realidad. Tiende a sentirse incomprendido y criticado por lo que el abrir y exponer sus sentimientos no pareciera una buena opción. Con ellos es difícil entablar un diálogo que implique acuerdos o compromisos. Antes de intercambiar ideas que probablemente puedan derivar en confrontación, prefiere postergar su punto de vista y ceder con tal de evitar el conflicto para luego decir que fue víctima de abusos por parte del otro. Esta actitud limita y lastima profundamente a su interlocutor. Frases como: “ahora no”, “no es momento”, “ponlo por escrito” “mándamelo por mail” son comunes en ellos, provocando impotencia en quienes interactúan con él.