Capital Humano: Eufemismo o destino

Desde hace siglos, el ser humano ha sistematizado el proceso de aprendizaje, creando instituciones y modelos cada vez más complejos, con los que poco a poco se ha alejado de su principal objetivo y se ha alineado a intereses cada vez más distantes de su objetivo principal: enseñarle al ser humano a responder una sola pregunta, ¿Qué significa ser humano y cómo debemos serlo para convertirnos en personas?

El proceso de pensamiento, el verdaderamente complejo y cercano a la filosofía, debe ocuparse de descubrir mediante el uso de la razón los caminos para desarrollarnos como personas y cómo desarrollar nuestra humanidad, valiéndose de herramientas tan valiosas como escuela y comunidad.

La escuela

 Desde su nivel más básico hasta el más encumbrado, debería dedicarse a desarrollar y entregarnos las herramientas necesarias, o al menos básicas, para comenzar en ese camino interminable de descubrir nuestra humanidad. No es sorpresa para nadie, mucho menos para los profesionales de Recursos Humanos, que la escuela raramente cumple con su encomienda fundamental y más bien, se encuentra alienada a los deseos del capitalismo, donde la humanidad no cabe del todo.

 Hoy, la escuela se ha convertido en una fábrica infalible productora de empleados de recursos humanos. Las universidades más “avanzadas” prometen egresar alumnos certificados en ISO 9000 o Six Sigma, pero que ignoran los principios fundamentales de la ética, el civismo o la equidad de género, alumnos que no comprenden y no les interesa la diferencia fundamental entre semántica y sintáctica.

La industria de la “educación” ha sido desgarradoramente devorada por la lógica productiva, la cual se basa única y exclusivamente en la capacidad del ser de producir, en la capacidad de obtener los mejores empleos; de hecho, es así como se mide el “éxito” de las universidades, por medio de la empleabilidad de los exalumnos y no tanto por su capacidad de ejercer una responsabilidad intersubjetiva en la comunidad que lo creó, abrigó y a la que pertenece.

La escuela nos debería emancipar, hacernos capaces y dar la capacidad de producir conocimientos críticos que nos permitan entender si hay algo más grande o trascendente que lo que actualmente conocemos; hacernos capaces de producir un mundo mejor y futuros más deseables para los más jóvenes

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Por: Rafael Romero Cortés

Founder & COO LAP Group

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