Desde una óptica convencional, una persona resiliente se puede considerar como fuerte, activa, y capaz de resistir y reponerse a las adversidades.
La palabra resiliencia puede tener muchos significados y definiciones: desde el simple proceso de adaptación de un organismo a situaciones adversas, hasta el proceso que conlleva múltiples factores psicológicos, biológicos y sociales para recuperar su estado inicial. En este artículo se entenderá a la resiliencia como la capacidad que tienen las personas para adaptarse, recuperarse y sobre todo, sanar aquellas esferas en su vida que han sido perjudicadas por alguna condición de violencia o agresión vivida.
Desde una óptica convencional, una persona resiliente se puede considerar como fuerte, activa, y capaz de resistir y reponerse a las adversidades. Se han realizado estudios para identificar las diferencias específicas que existen en estas personas y ver sus conductas resilientes, además de observar los diversos contextos en los que se desenvuelven: “estables” vs “adversos”. Algunos factores que Anna Masten (Profesora de la Universidad en Minesota), considera predominantes para el desarrollo de la resiliencia en las personas son:
– Contar con padres afectivos desde una infancia temprana (cuidados y protección).
– Infancia con cuidados (alimentación, salud, amor y afecto).
– Habilidades para resolver conflictos.
– Expresión de sentimientos y emociones.
– Autoestima elevada. l Confianza de lograr metas propias.
– Habilidades sociales (asertividad, comunicación, adaptación al cambio).
– Red de apoyo (amistades, familia, etcétera).
– Acceso a recursos comunitarios (centros sociales, escuela, centros juveniles), entre otros.
El enfoque de resiliencia, propone que exista una educación emocional para hacer frente a estos conflictos, dificultades o problemas. Hace énfasis en recurrir constantemente a los recursos psicológicos que el individuo posee, además de fomentar:
– Establecer relaciones cordiales (respeto, empatía, escucha).
– Observar las crisis como obstáculos insuperables, buscando una visión más optimista.
– Aceptar que el cambio y la adaptación es parte de la vida.
– Enfocarse en metas u objetivos específicos de gran interés para la persona.
– Llevar a la acción las metas planteadas (hacer ejercicio, cambiar hábitos alimenticios, etc.).
– Planear un viaje o salida donde pueda disfrutar de sí mismo.
Las recomendaciones tienen como principal objetivo: trabajar desde la perspectiva de prevención. Anticiparse o no esperar a que surjan dificultades, hará que las personas se mantengan en alerta y adaptadas al devenir natural de la vida.
Bibliografía: – Carretero, R. (2010). Resiliencia. Una visión positiva para la prevención e intervención desde los servicios sociales. Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas de la Universidad Complutense de Madrid. nº 27 (2010-3). -http://www.apa.org/centrodeapoyo/ resiliencia-camino
Por: Claudia González Barrera,
Clinical Services Professional.
EAP LatinA de México .